Cecilia nació cuando yo tenía casi 4 años. En esa etapa se me durmió el recuerdo… desde verla a mi madre embarazada, su panza, el día en que me dieron la noticia de que iba a tener una hermana, hasta el día mismo en que nació. Sólo guardo una imagen y un sentimiento de cuando llegó a este mundo: mi curiosidad por conocerla y mi mano tomando a suya, pequeña, dentro de la incubadora.
Naturalmente sentí amor y felicidad desde el primer día…pero también hubo celos y bronca de mi parte, porque me sentí desplazada y abandonada por culpa de su presencia… y paralelo a esos sentimientos…íbamos creciendo y nuestras vidas seguían transcurriendo juntas. Era inocente e inconsciente de su retardada evolución; nunca me dijeron directamente que ella tenía problemas (Síndrome de West), que no era normal…pero lo fui sintiendo y vivenciando con el tiempo.
Y pasaba el tiempo, más rápido de lo que podía registrarlo y ella sólo balbuceaba nombres, gateaba y se paraba con inseguridad ayudándose de la pared…y no se podía integrar a nuestros juegos, pero igualmente siempre estaba ahí, entre todos nuestros juguetes entre nuestras historias y fantasías, en todo momento compartiendo con mi hermana mayor y conmigo.
Se me viene el pasado de golpe y me muestra imágenes de su infancia y la mía…cuando intentaba pararse, cuando hacía “cuquito”, su pelo suave, rubio y rizado, su forma de amarnos, su risa, su boca, su mirada, nuestra forma de comunicarnos a través del “nariz-nariz”, su alegría constante…pero los pocos sonidos emitidos, sus fonemas, sus pocas palabras, su timbre de voz….eso se me quedo quién sabe dónde…
……………
Los invito a reflexionar, a través de mi obra, acerca de lo que nos pasa generalmente cuando cargamos con una “mochila” que no nos es propia...y les propongo dejarla y animarse a superar cualquier adversidad, para seguir adelante.
Naturalmente sentí amor y felicidad desde el primer día…pero también hubo celos y bronca de mi parte, porque me sentí desplazada y abandonada por culpa de su presencia… y paralelo a esos sentimientos…íbamos creciendo y nuestras vidas seguían transcurriendo juntas. Era inocente e inconsciente de su retardada evolución; nunca me dijeron directamente que ella tenía problemas (Síndrome de West), que no era normal…pero lo fui sintiendo y vivenciando con el tiempo.
Y pasaba el tiempo, más rápido de lo que podía registrarlo y ella sólo balbuceaba nombres, gateaba y se paraba con inseguridad ayudándose de la pared…y no se podía integrar a nuestros juegos, pero igualmente siempre estaba ahí, entre todos nuestros juguetes entre nuestras historias y fantasías, en todo momento compartiendo con mi hermana mayor y conmigo.
Se me viene el pasado de golpe y me muestra imágenes de su infancia y la mía…cuando intentaba pararse, cuando hacía “cuquito”, su pelo suave, rubio y rizado, su forma de amarnos, su risa, su boca, su mirada, nuestra forma de comunicarnos a través del “nariz-nariz”, su alegría constante…pero los pocos sonidos emitidos, sus fonemas, sus pocas palabras, su timbre de voz….eso se me quedo quién sabe dónde…
Y fui creciendo con todo esto…y todo formó parte de mi realidad, de mi normalidad; me fui construyendo y cargando con miles de cosas que en ese momento no podía explicarme ni entender; también con la ilusión de que su problema era algo pasajero, observando la angustia de mis viejos de no poder hacer más nada que lo mucho que hacían, y que eso, encima, no cambiaría su situación totalmente…y en medio de todas estas cosas y con todos esos sentimientos, me fui haciendo sola…y me fui cargando de responsabilidades, de prejuicios ficticios que nadie me había impuesto pero que yo sí los sentía, ante las imposibilidades de mi hermana; como “deber” como hija, como anhelo de mis padres…para librarla de culpas, para compensar tanto dolor, para hacerlos felices, para demostrarles que yo sí podía hablar, caminar, ser normal, desenvolverme con mis cosas y darles gratificaciones…pero no me di cuenta que todo eso me llevaba a perder mis propios sentimientos, mis deseos…mi identidad, fabricándome una piel o coraza que me imposibilitó ser… y con la que conviví por años.
No sé desde cuando empecé o cuándo incorporé el “hacerme cargo” con mi propio cuerpo, con mi propio ser, con mi sentir, de sus imposibilidades y de lo que supuestamente generó con su llegada para con mis padres…como si fuera propio lo ajeno: lo importante es que hoy quiero quitarme esa mochila, para simplemente ser.
A.S.-
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Los invito a reflexionar, a través de mi obra, acerca de lo que nos pasa generalmente cuando cargamos con una “mochila” que no nos es propia...y les propongo dejarla y animarse a superar cualquier adversidad, para seguir adelante.
1 comentario:
hey amiga!!! exceletes trabajos... gracias por tu buena onda y tu vuelo. espero cruzarte en otra exposición, o en la vida. besoo. cuidate. y una vez mas felicitacones
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